sábado, 24 de abril de 2010

Noticias Cultura y Arte

Google Maps

Dussel - Videojuegos y aprendizaje

Skliar - Conferencia "Estar juntos"

Los Jaivas por los escenarios del mundo

Galería dibujitos

Frigerio - La no inexorable desigualdad

La (no) inexorable desigualdad

Graciela Frigerio[1]

“La razón debería gobernar, las palabras y en consecuencia las cosas, las criaturas y los acontecimientos deberían recibir de nuevo su sentido. Es así como un árbol debería volver a ser un árbol, y su rama, en la cual durante el curso de cien guerras han colgado a los revoltosos, una rama en flor cuando vuelva la primavera”. Paul CELAN (en Obras completas, pag 472).


Desnaturalizar lo que no tiene nada de natural

Referirse a las desigualdades para denunciarlas como la única oferta que la sociedad actual acuerda a grupos poblacionales cada vez más amplios, mencionarlas como aquello que necesita desnaturalizarse, para develar el carácter político de las adjetivaciones que marcan al otro (vulnerable, carenciado, pobre, pobrecito, excluido, marginal, etc...) es una actividad cuyo rasgo de identidad es el cuestionamiento de toda certeza (corpus científico, sentido común, opinión) que se considere libre de duda.
Una escritura para refutar la noción que fundamente políticas de discriminación (sic) positivas y políticas focalizadas, no puede ser sino un ensayo, entendiendo por tal una escritura de crisis y una escritura crítica. Un ensayo nunca lo abarca todo, es un fragmento.
Fragmento no es algo menor en la teoría freudiana que no se fatiga de señalar que es mediante un fragmento que puede producirse un viraje en el posicionamiento subjetivo. Entendemos que también es un fragmento lo que puede producir virajes políticos.
Es por otra parte, en un fragmento de tiempo, en el punto de viraje entre la vida y la muerte, donde se juega el sentido de la primera y la segunda se expresa como lo único que para el sujeto seguirá siendo inexorable. Lo demás, el entretiempo, no forma parte de lo inexorable salvo en aquellos casos políticos y singulares donde el sujeto queda atrapado de una profecía pre - escrita, y asignado a una plaza antes mismo de haber llegado.
Sostendremos que es entonces cuando la desigualdad genera sufrimiento y se expresa en dolor. Dolor subjetivo y singular de historias personales. Dolor político encarnado en comunidades y sujetos sociales. En aquellos casos en que lo inexorable toma la forma de un destino preestablecido donde ambos dolores se potencian mutuamente y se vuelven indistintos.
Si por desigualdad se entiende el carácter político del dolor, es este carácter lo que nos lleva a preguntarnos acerca de cómo se podría evitar el sufrimiento.
Es este carácter político del dolor lo que nos lleva a interrogarnos una y otra vez, acerca de que decisiones, que acciones, que actos poder, podrán esbozarse para una fábrica de lo sensible es decir la constitución de un mundo sensible común (como lo entiende Jacques Rancière)
Fabricar un mundo sensible común tal vez sea la única manera que la sensibilidad burguesa - caracterizada por querer hacer de su sensibilidad la de todos, monopolizar la sensibilidad bajo su exclusiva forma que pasa insensible al lado de los dolores políticos de otros sectores sociales - seda el lugar hegemónico y de paso a la sensibilidad cosmopolita como nos gustaría definirla.
Corresponde aclarar aquí que un mundo común remite, desde nuestra perspectiva, a lo que se comparte y reparte. Cuestión de distribución de re-conocimientos. Problemática ésta esencialmente política que atraviesa y define la cuestión por la educación, entendida como el trabajo jurídico y político de dar a conocer y reconocer.

Fragmentos para tramitar
La situación actual se obstina en conservar características de tiempos donde la sin razón y las razones más mediocres construyen la miseria de los hombres y vuelven tristes a las épocas.
En la escena internacional se despliegan acciones que coinciden con la noción esbozada por Marcusse y retomada por Zizek. Ambos, bajo el nombre de desublimación represiva, advierten sobre el desandamiento del arduo trabajo de producción de la cultura.
Dicho de otro modo, se trata de una reinstalación (esperemos que temporaria) de las reglas de la horda, lo que parecería desplazar por momentos la relación con la ley estructurante. Cuando esto ocurre la modalidad imperial de desentendimiento de la justicia, atrinchera al hombre en fundamentalismos de distintos tintes pero igualmente mortales.
En nuestro territorio, reproches cruzados sobre pasados dolorosos no dejan de dar cuenta de lo aún pendiente, de lo no elaborado. Constatamos la reedición del dolor. Y constatamos los modos penosos en los que el mismo es usufructuado casi al modo de una plusvalía.
Ocasionalmente aprovechado por algunos, que no dudan en manosear penas. Ocasionalmente unos u otros no dudan en abusar de la apelación al dolor. Entonces éste puede volverse en boca de los sofistas de turno, argumento de tentaciones totalitarias, demagogias temerosas o temores que devienen demagogias eficientes.
Sin embargo podemos afirmar que no se observan efectividades conducentes para responder a la urgente necesidad, al imperioso reclamo de la justicia (de lo que es justo para todos, no sólo bueno para algunos).
En ratos de confusión, no faltan ingenuidades propias de Heidi´s. Tampoco faltan aquellos que no tienen reparos en apropiarse de representaciones (volverse representantes de) durante los instantes (de variable duración), que la televisión otorga a los notorios de ocasión, siempre y cuando sean (de preferencia) blancos, medianamente escolarizados y de modos varios y a su modo “existosos”, antes de dejarlos caer, para dar lugar a otros notorios, igualmente transitorios.
Lo real golpea todos los días a la puerta. Cuando lo real es crueldad, duele. La solidaridad con el duelo de otro, de cualquier otro, la solidaridad con cualquier pena social de cualquier otro, no debe sin embargo impedirnos reflexionar más allá de cada caso.
En el marco de un duelo, numerosas denuncias se sostienen en estos días en la declaración del sufrimiento. Algunos de los que tienen la costumbre de ir al cine, temen hacerlo por que la inseguridad los acorrala o los vuelve demandantes de penas propias a tiempos donde la justicia se parecía más a castigo que a educación.
Mientras, en las puertas de los cines, se amontonan los que hacen cola para comer de los tachos de basura los restos del fast food de los noventa y los desperdicios que, desde entonces, ciertas clase sociales no dejan de producir como marca del poder alcanzado y del consumo sostenido.
Para estos, para los que no tienen nada y no tienen a nadie, no sabemos que se hayan registrado petitorios. Para estos no parecen organizarse manifestaciones. Para estos no hay (mucho menos reproducida en mil medios) solicitud de escrache para los políticos que de ellos no se ocupen. Para estos (lo vemos en las calles de la ciudad todos los días), ni siquiera suele haber limosna.
Muchos de los que van al cine, o los que temen hacerlo, no parecen percatarse de los que viven de los restos.
Muchos de los firmantes de petitorios justos (por la justicia) no parecen darse cuenta de la simultaneidad de injusticias en curso, es como si los cartoneros fueran eventualmente molestos pero invisibles y los habitantes de la villa fueran entes y no sujetos arraigados en los límites. Ni hablar de los delincuentes: cuando estos no son los usureros de guantes blancos (será por lo blanco de sus guantes que no suelen ir a cárceles comunes), sino los portadores de color y estigmas, parece destinárseles indefectible y eternamente las cárceles de la miseria (al decir de diría Loic Wacquant) o las cárceles miserables e in humanas tal como las podría describir cualquiera que en ellas se haya adentrado no fuera que unos minutos.
Es para todos los que viven en los bordes: de la ciudadanía; de los territorios urbanos del consumo asegurado y el tiempo libre garantizado; en los bordes de actividades mal llamados trabajos –por que ninguna ley laboral los protege -; para los que han perdido la memoria de cuando se sentían sujetos y formaban parte, dado que ya llevan más de una generación viviendo en la delgada línea roja; para los chicos que mueren de enfermedades curables pero políticas de la salud inexistentes; para los que están desnutridos no por que no haya alimentos en estas tierras, sino por que las leyes del reparto señalan que no son para ellos; para los que deberían estar en las escuelas del estado y están aprendiendo a vivir de los maestros de hacer la calle: ladrones y policías todos incluidos, como si las palabras que decían de sus diferencias se hubieran vuelto sinónimos en demasiadas oportunidades y hubieran quedado provisoriamente confundidas en un sentido total que los abarca; para los que viven en situación de calle, sin más techo que la intemperie; es para ese grupo cada vez más numeroso de población que la noción de destino adquiere su dimensión de inexorable.
Es contra esa inexorabilidad que la educación se rebela cuando expresa que no se volverá cómplice de transformar diferencias en desigualdades; que no se excusará aduciendo condiciones (faltantes) de educabilidad o escudándose detrás del concepto de resiliencia.
Hace ya unos años expresábamos un esbozo de definición que conserva vigencia. Decíamos que una escuela pública y un educador son la institución, y el sujeto, que frente a las profecías de fracaso dicen: no. No, dice el educador. No, dice la institución. No hay obediencia debida, no hay por que cumplir con la orden de exclusión. No, no vamos a aceptar que el lugar de nacimiento devenga una condena, que las diferencias entre semejantes devengan (por obra de las políticas naturalizadas, que no es lo mismo que por obra de la naturaleza) los argumentos justificatorios de la desigualdad injustificable.
Sostendremos aquí que lo que se presenta como inexorable deja de serlo en el instante mismo en que su carácter de “inevitable” pasa a ser cuestionado por un accionar (un pensar, un decir, un hacer) que descree de lo inapelable y le devuelve al hombre la dimensión de su decisión sobre el mundo.
Por ello, para los que trabajan en los bordes, para los que trabajamos ejerciendo los oficios del frente como suele llamarlos G. Diker, nuestros espacios de trabajo, nuestros trabajos no son otra cosa que sostener frente a otro, a cada otro, un posicionamiento contra lo inexorable.
Contra lo inexorable significa lo imprescindible de un invento, la urgencia de una disponibilidad para un compromiso singular y colectivo: salir a forzar a una capacidad que se ignora a reconocerse (dirán en un dúo que los reúne en la actualidad aunque sus voces provengan de siglos distintos, a Jacotot y a Rancière).

Notas acerca de lo que si es natural entre semejantes: la igualdad

La igualdad no como horizonte, sino como punto de partida (no se cansa de decir el filósofo Rancière), implica sostener que ningún sujeto de la palabra está imposibilitado, ni inhabilitado, en el territorio de lo común, para ser par, para formar parte, para tener su parte.
Por ello que se hace necesario consignar que definimos a la educación como una actividad jurídica. Es decir, la entendemos como co - responsable de la inscripción de cada sujeto en el socius, se trata de una responsabilidad en el trabajo de filiación simbólica sin el cual seríamos siempre cachorros humanos, siempre manojos pulsionales, nunca sujetos. Este acto de inscripción, obviamente no se deja caratular bajo la etiqueta escuela, al tiempo que es bajo esa figura que tiene curso y en parte se tramita.

Para esta posición (la nuestra) la igualdad como punto de partida, es entendida como el trabajo político de ofrecer a la pulsión un destino que no sea ni la inhibición, ni el síntoma, ni la angustia.
Esto significa atribuirle a la educación una función económica, entendiendo por tal el trabajo político de distribuir y repartir la herencia, entendiendo por tal (en términos de BOURDIEU) el capital cultural o significando por tal, al modo arendtiano, al tesoro común.
Para que esta función económica se lleve a cabo en el registro de lo justo, el reparto requiere distintos imperativos categóricos:
a) la designación del colectivo como heredero (único modo de garantizar que nadie sea catalogado en el rubro: des-heredados);
b) la habilitación a cada uno y a todos de tomar posesión y posición frente a la herencia, es decir habilitando la significación y resignificación, la aceptación o el rechazo, la libertad de innovar;
c) llevar a cabo la distribución de modo tal que se exprese como don y en consecuencia no conlleve deuda.
Podrá el lector de este artículo hacernos preguntas, solicitarnos argumentos, y es posible que nunca podamos responder a todas las preguntas ni ofrecer todos los argumentos.
Nos queda hacer presente que definida la igualdad como punto de partida, (actual e inactual como la filosofía), de la educación, encontraremos los que salen con coraje a demostrarla en las acciones cotidianas, los que se resignan, los que renuncian, los que se obstinan y perseveran, a sabiendas que no podrán confirmarla siempre, no siempre totalmente, nunca totalmente, y sin embargo a sabiendas que cada fragmento de ensayo, cada vida que escapa a la profecía de fracaso, confirma aún (y sobre todo) en su carácter inacabado, siempre en obra, que los oráculos necesitan interpretarse y que hay en al historia relatos de cómo no caer en las impotencias sin por ello volverse onmipotente.
No creerse todo poderoso es condición de posibilidad para anular aquello que, de lo inexorable el hombre puede modificar, para no cumplir destinos prescritos y llevar adelante la vida.

Una antigua lección que sigue enseñando para quien quiera aprender a ver de un ciego

Tiresias (dicen las viejas historias) miró a Palas Atenea, la que no debía ser vista, su osadía fue la razón por la cual fue condenado a la ceguera. Los dioses indignados así definieron la pena. Pero como dioses semejantes a los hombres, (por igual crueles y piadosos), lo compensaron con el don de la profecía.
Tiresias de este modo, queda así colocado en un inconfortable lugar imposibilitado de ver lo que ocurre a su alrededor, mientras vive, puede ver el futuro. La incomodidad de la posición de Tiresias reside en que no puede intervenir sobre aquello que ve del tiempo aún no acontecido. Visualiza un mundo en el que no ha vivido y en el que aún nadie vivió.
Lo que Tiresias el ciego, ve, se materializará en otro presente. No puede intervenir, ni provocar/ anticipar, ni impedir. Parecería que la cuestión confirma la idea de un inexorable.
Recordemos que inexorable, definido como ineluctable, implacable, forma parte de las palabras terminantes y terminales. El carácter fatalista de inexorable es la consecuencia de expresar lo negativo de exorabilis, y exorabilis que remiten a rogar.
Lo inexorable debe entenderse entonces como aquello que no es piadoso, lo que no se va a dejar ablandar por los ruegos. Y es por esto, porque no responde al ruego, por que no hay manera eficaz de rogar, que el posicionamiento del sujeto contra lo inexorable no se resuelve ni tramita por la plegaria, sino por la política.
De eso se trata.
Lo interesante de la historia de Tiresias es que justamente allí donde el hombre parece sometido a una impotencia de acción, la misma que lo lleva a afirmar frente a Edipo: Cosa funesta es el conocimiento cuando conocer no sirve de nada), el personaje introduce un detalle. (¿Recuerdan cuando Benjamin se refería a la posibilidad de que un mundo estuviera contenido en un detalle?).
Se trata de un detalle no menor, según cuentan Tiresias parece trampear a la impotencia doble: la de la ceguera y la de no intervención que los dioses hacen coincidir en su persona. Para decir lo que ve, Tiresias recurre al futuro condicional y sus frases tienen siempre esta estructura: si... (tal cosa), entonces ... (tal otra). [2]
Al usar el condicional para anticipar lo venidero, pone en juego una cuestión existencial. Es decir, nos interroga a cada uno de nosotros en ese "si..., entonces". Obliga de este modo a dar cuenta de la condición, a tomar conciencia y al hacerlo nos demanda acerca del modo en que cada uno de nosotros cumple con el oficio de vivir, o renuncia.
Por ello Tiresias plantea nada más ¾y nada menos¾ que la pregunta acerca de como entendemos y como intervenimos en las cosas de los hombres.
El don de Tiresias, con sus prohibiciones, (no intervenir, no provocar, no impedir), lo coloca en un lugar de espectador casi impotente, y el condicional al que recurre, quizás como plan para modificar el límite, nos coloca a nosotros a su vez en el lugar de sujetos que debemos y que podemos influir en el desarrollo de los acontecimientos y sujetos.
La historia nos obliga a pensar cómo nos preparamos, qué estamos dispuestos a evitar y qué nos comprometemos a provocar. Recordatorio del poder de cada individuo sobre sus propios actos[3]. Tiresias advertía (y a través del tiempo sigue haciéndolo) que toda profecía puede ser desarticulada a condición que cada sujeto (singular o colectivo) interviniera completando la frase “si... entonces”, es decir poniendo en juego el poder sobre sus propias decisiones, sobre su propia vida.
Trabajo de adivinación, de anticipación. Semejante y a la vez diferente al de Tiresias, la política incluye la anticipación ahí donde sólo había adivinación.
Un ciego - vidente, que casi nadie ya recuerda, puso en evidencia hace siglos, que el futuro siempre depende de las acciones de los hombres. Más cerca nuestro, un filósofo (Jean Luc Nancy) lo dirá con las palabras de la contemporaneidad Si queremos la verdad de otro mundo, si queremos la verdad de un mundo otro, tenemos que dárnosla. Si queremos otra razón en esta locura, tenemos que inventarla.
Por ello sostendremos que anticiparse no es otra cosa que una manera de nombrar el trabajo de la educación. Por eso sostendremos el necesario pasaje de profecía a profesor.
Los educadores, fuera del templo o sin templo, profanos, nos hacemos cargo de la raíz de la palabra, - proferir, pronunciar, profere, - echar fuera de la boca las palabras. Y declaramos, porque profesamos, que otro mundo puede advenir, y no por inspiración divina sino por decisión de los hombres. Por decisión y acción de los hombres afirmamos que puede haber otro modo, un modo nuevo y distinto de trabajar, mas allá, mas acá, de lo inexorable.

Borrador de palabra: fort – da
Fort-da[4] dice la teoría freudiana para designar el punto de partida del pensar, entendido como hacer presente lo ausente.
La noción se inscribe en una pequeña historia de la vida cotidiana Un abuelo, ya grande y enfermo, observaba al niño pequeño que jugaba en un corralito cuando sus padres se ausentaban.
El niño (aún sin palabras de adulto) se concentraba con seriedad en el juego cuyo sostén (apuntalamiento) consistía en un simple carretel atado por un hilo. El viejo señor (se llamaba Freud) al ver el juego piensa: este niño trabaja aquí resolviendo aquello que en la práctica no puede resolver. Hace presente lo ausente, controla aquello por lo que es controlado.
Es el sonido que emite el nieto de Freud cuando juega con la bovina que cuelga de un hilo ¾carretel que tira y que recoge soltándolo y recogiendo el hilo¾ lo que da nombre, a la noción. Borrador de palabra. Balbuceo.
El pensar empieza a desplegarse (nos cuenta la teoría) al compás de un juego que permite que un objeto devenga otra cosa, que solicita el esbozo de la palabra que nombra, llama, convoca, controla y llega a prescindir de la cosa en sí. Para hacerla presente en su ausencia. El aparato psíquico del niño encuentra en el juego de la bovina, (o en otros semejantes), gracias al hilo, una superficie de apuntalamiento acerca de cuya simbólica fragilidad la educación no puede desentenderse.
Fort-da, inicio de la capacidad de pensar, da cuenta de la importancia y a la vez de la fragilidad del lazo. Trabajo (arbeit dirá Freud) sobre la ausencia, trabajo de traer aquí lo que no está. Hoy para nosotros fort-da, arbeit, trabajo de hacer presente lo ausente, debería ser entendido como la actividad de crear justicia. Justicia con los recién llegados. Justicia con los que hace tiempo que llegaron. Justicia con los fantasmas. Justicia con aquellos a quienes todavía no conocemos y están por venir.
Justicia significa cuestionar lo inexorable, uno de cuyos sinónimos lleva el signo de la desigualdad.
Frente a este signo se trata de volver presente la sabiduría del poeta. Escribe Juarroz[5]
Entre la zona de las preguntas
Y la zona de las respuestas,
Hay un territorio donde acecha
Un extraño brote.

Toda pregunta es un fracaso.
Toda respuesta es otro.
Pero entre ambas derrotas
Suele emerger como un humilde tallo
Algo que está más allá de los sometimientos.




BIBLIOGRAFIA DE REFERENCIA Y CONSULTA:

Celan, P. ( 1999): Obras completas. Bs. As. Ed. Trotta.
Frigerio, G. Dker, G. comp. (2004): Infancias y adolescencias. Teorías y experiencias en el borde. Buenos Aires, Ensayos y Experiencias /noveduc/ cem.
Frigerio, G. Dker, G. comp. (2004): Una ética en el trabajo con niños y jóvenes: La habilitación de la oportunidad. Buenos Aires, Ensayos y Experiencias /noveduc/ cem.
Frigerio, G (comp.) (2002) Educar rasgos filosóficos de una identidad. Bs. As. Santillana.
Lyotard, J-F. (1998): Lo inhumano. Bs. As. Manantial.
Mendel, G. (1998): L´acte est une aventure: du sujet métaphysique au sujet de l´actepouvoir. París. Ed. La découverte.
Nancy, J-L.: (2002): La création du monde ou la mondialisation. París. Galilée.
Rancière, J. ((1987 por la edición francesa, 2002 por la ed. en portugués): Le maître ignorant. París. Fayard. (traducción prevista al español para el 2003).
Sófocles: Edipo rey (distintas traducciones y ediciones).
Wacquant, L. (2000) Las cárceles de la miseria. Buenos Aires. Manantial.
[1] Directora del centro de estudios multidisciplinarios (cem - fundación)
[2] Modo particular de anticipar el futuro: "si... , entonces" que remite al modo en que cuentan que los oráculos se expresaban.
[3] De los actos poder como lo señalaría Gerad Mendel.
[4] Acerca de la función fort-da de la institución educativa nos hemos referido en otras conferencias, entre ellas algunas dadas en el marco de la Secretaría de Educación del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en los años 1996-1998.
[5] R. Juarroz, Poesía Vertical. Visor. (1991). P.179.